Soy una mamá orgullosa de educar a mis hijos con contradicciones
/Soy fuerte y muchas veces débil. Guerrera, pero a veces necesito que mi príncipe llegue a caballo con la espada desenvainada a salvarme. Tengo paciencia, pero a veces se me pierde por ahí y tardo días en volver a encontrarla.
Vivo la mayor parte del tiempo en paz, con momentos de plena y absoluta angustia, que me hacen valorar aún más mis momentos tranquilos. Casi siempre tengo un plan, me gustan los planes; los pienso y los analizo, teniendo plena conciencia de que lo más probable es que esos planes cambien o se modifiquen. Aún así, me gusta saber qué sigue.
Mis días son una combinación de una deliciosa soledad, que de un momento a otro se transforma en una enfermiza dependencia de la compañía de mis hijos y mi esposo, para después regresar a anhelar de nuevo mi espacio sola. He cometido errores en mi vida, que ahora con los años los recuerdo con cariño. Al mismo tiempo, he tenido aciertos en los que me hubiera gustado equivocarme.
Me gusta ser racional con un toque de absoluta locura. Empiezo los viajes con espíritu nómada, que se disuelve gradualmente a sedentario después de un par de semanas fuera de mi casa. Creo ser justa, aunque confieso haber cometido las peores injusticias, todas guiadas por el corazón.
Me encanta cómo siento mi cuerpo cuando como sano y no hay nada que disfrute más que unos buenos tacos al pastor. No cambiaría por nada las endorfinas que me da el correr y también me fascinan los días que decido mejor dormir.
Mis hijos todos los días son testigos de todas y cada una de estas contradicciones. Y es entonces cuando me viene a la cabeza ese consejo que he escuchado miles de veces: hay que educar a los hijos con el ejemplo. Estoy de acuerdo, vamos todos a educar con el ejemplo, pero quién dijo que ese ejemplo tenía que ser perfecto.
Mi ejemplo tiene más errores que aciertos. Tiene a un matrimonio que discute y muchas veces no está de acuerdo, pero sabe contentarse y quererse con locura. Mi ejemplo muestra días inmensamente felices, pero también otros extremadamente tristes.
Este ejemplo, en lugar de darles una presión asfixiante por acumular logros, les muestre que el fracaso es inevitable y que en lugar de esconderlo, hay que enfrentarlo para poder aprender y reflexionar de él.
Es por eso que este Día de las Madres lo recibo y lo celebro desde otro lugar, con un aire distinto. Mucho más ligero. Hoy celebro mi día orgullosa de mostrarle a mis hijos todas y cada una de mis contradicciones que me hacen ser quien soy y que probablemente marque quienes ellos serán en un futuro.
Feliz día a todas las Mamás.