Conversar sin coincidir y no morir en el intento

Crecí escuchando que en la mesa no se hablaba ni de política, ni de religión. Esas conversaciones eran un camino seguro al desacuerdo, un destino incómodo del cual aprendí a huir. Como si conversar implicara tener un acuerdo a priori entre todas las partes, donde la condición número uno fuera estar alineados en pensamiento, sin cuestionamientos aventurados y, mucho menos, temas controversiales.


Conforme pasaron los años, empecé a imaginar las posturas, creencias y formas de vida que me rodeaban. Como si pudiera meterme en la cabeza de la persona frente a mí y entender realmente qué pensaba. Mi recurso era crear conjeturas tratando de encasillar a las personas en ciertas categorías en cuestión de segundos. Lo escribo y me da pena aceptarlo, pero también me da esperanza saber que pude darme cuenta; ese siempre es el primer paso de cualquier cambio.


Más adelante llegué a crear una vida en familia en un país nuevo. Encontrar mi gente se volvió una misión. Un proceso misterioso en donde empecé a inundarme de conversaciones y experiencias que pensaba eran similares a las mías. En gran parte sí lo eran, pero también había una enorme dosis de suposiciones sin aclarar. Si algo he aprendido de este mundo polarizado es que asumir algo sobre alguien, cualquier cosa, es una de las actividades más peligrosas del pensamiento humano. Hoy veo las conversaciones como una oportunidad para nutrir mi evolución intelectual. Me interesa realmente escuchar, intercambiar ideas, teorías. Explorar nuevas formas de pensamiento, sustentadas o nacidas del corazón; no importa, pero que sean reales y sinceras.


En este camino conversacional, me he topado con varios tipos de mesas: las educadas, silenciosas; en las que esa quietud dice más que mil palabras; las mesas álgidas, donde se conversa solamente para tener la razón, lo cual es una de las mayores trampas de un intercambio genuino de ideas; y las mesas emocionalmente inteligentes, en las que se puede llegar a la conclusión de que no vamos a alcanzar ese anhelado acuerdo, pero disfrutaremos el recorrido de analizar diferencias.


Ahora que vienen las fiestas me pregunto en qué tipo de mesa me tocará conversar. Cualquiera que esta sea, me propongo abrazar todos los intercambios con el corazón y valorar, hoy más que nunca, a quien se vulnera, a quien comparte su verdadero ser y disfruta su autenticidad, es ahí donde quiero pasar la mayor parte de mi tiempo.


Nada mejor que acompañar estas conversaciones con una deliciosa bebida navideña. Hoy les comparto una de mis favoritas, perfecta para esta temporada. Si van a ser anfitriones, acuérdense de siempre tener suficiente agua, bebidas sin alcohol y comida disponible para sus invitados. Recuérdenles que deben planear con anticipación cómo regresar a sus casas de manera segura o identificar a un conductor responsable.

Winter Sour

Ingredientes:

  • ¾ oz de orgeat, jarabe de almendra

  • 1 oz de jugo de limón

  • 4 gotas de blackwalnut bitters

  • 1 oz de bourbon

  • Rueda de naranja y nuez moscada recién rallada

Instrucciones:

  1. Agrega todos los ingredientes en una coctelera.

  2. Agita con hielo hasta que esté bien frío.

  3. Cuela en una copa o vaso de cóctel previamente enfriada. A mí me gusta agregarle un hielo.

  4. Adorna con una rueda de naranja y nuez moscada recién rallada.



Este post es patrocinado por Responsibility.org. Si quieren más información acerca de cómo beber responsablemente, visiten la nueva página de Responsibility.org y encontrarán mucha información de mucho valor.