El escudo y espada que nuestros hijos realmente necesitan ante la vida

El simple hecho de empezar a escribir acerca de este tema me causa un nudo en la garganta. El ver a mis hijos crecer ha sido un proceso lleno de satisfacciones, pero a la vez de incertidumbre, y sí, tengo que admitirlo, de miedo también. Cada vez se acerca más el momento en el que mis hijos comiencen su propia aventura universitaria y por más que quiera resistirme, mi mente sabe que ese momento llegará tarde o temprano, pero mi corazón simplemente no está listo, y es muy probable que nunca lo esté.

Como muchos de ustedes saben, nací y crecí en la Ciudad de México y uno de los shocks culturales más fuertes fue el entender que si mis hijos crecían en Estados Unidos, lo más probable es que estudiaran la universidad en una ciudad lejos de casa. Y claro, cómo no hacerlo, si Estados Unidos se pinta solo para ofrecer una gran variedad de carreras y oportunidades en diferentes e increíbles lugares. Sin embargo, ese sentimiento de impotencia al verlos tan inmaduros como para ya emprender una vida solos a los 17 años, sabía que en cualquier momento me alcanzaría y hoy estoy a tan solo unos pasos de comenzar el proceso.

En el párrafo anterior utilicé la palabra miedo, un sentimiento con el cual trabajo todo los días aprendiendo a ponerlo a un lado para impedir que rija mi vida y se apodere de mis decisiones. Sin embargo, es travieso y de repente llega con premisas como: miedo a que mis hijos tomen malas decisiones, miedo a que les rompan el corazón, miedo a que los traicionen, miedo a que experimenten la profunda tristeza de una desilusión, miedo a que no aprendan a escuchar su instinto, miedo a que vivan experiencias desafortunadas o nefastas, miedo a que no encuentren su pasión.

Entiendo perfectamente que el tener estas experiencias son parte de la vida misma, son vivencias que nos ayudan a crecer y que tarde o temprano todos tendremos que experimentar. Situaciones que personalmente he vivido y llorado, no solo una vez, sino muchas veces, pero ¿mis hijos? Por qué nadie me explicó que cuando nos toca como padres tomar el lugar de espectadores en la vida de nuestros hijos, puede doler tanto.

Ahora, en este camino que apenas comienza, un tema que va y viene en las conversaciones de sobremesa es el ver cómo mis hijos comienzan a cuestionarse qué les gustaría estudiar, a qué les gustaría dedicarse; unos días con mucho interés, otros sin la menor ilusión. No tengo ni idea cuál será el proceso que cada uno viva para encontrar esa pasión, sin embargo, recuerdo muy bien el mío y aquí se los comparto.

Cuando escogí carrera a los 17 años en la Ciudad de México me acuerdo de haber escuchado infinidad de consejos de amigos y familiares en cuanto a qué estudiar. Todas las conversaciones se centraban en qué estudios me “convendrían” para poder encontrar un trabajo “exitoso”, pero de entre todas esas conversaciones no recuerdo haber escuchado nunca la palabra pasión, ¿encuentra tu pasión?, no, no lo recuerdo.

A esa edad me parecía imposible el escoger tan solo una cosa a la que quisiera dedicarme el resto de mi vida por lo que decidí estudiar Administración de Empresas ya que era la carrera en la que todos los indecisos nos refugiábamos.

Recuerdo como si fuera ayer cuando a finales del primer semestre se acercó a mi una maestra en la universidad y me sugirió cambiar de carrera y enfocarme más hacía diseño y artes visuales. Una idea que en su momento me pareció absurda ya que mi plan era enfocarme en finanzas para buscar un trabajo corporativo “exitoso”. Me parecía impensable que algo tan fácil y placentero como dibujar, tomar fotos, y diseñar pudieran convertirse en un trabajo serio. Crecí con la creencia de que algo que me gustara tanto y me resultara tan fácil hacer no podría nunca ser un trabajo serio y formal. Esos eran hobbies que no me llevarían a ningún lado, ni me darían ese éxito tan anhelado del que todo el mundo hablaba.

Hoy les puedo decir que terminé la carrera en administración y efectivamente tuve una exitosa trayectoria en el mundo corporativo por casi ocho años, pero esa parte creativa y artística siempre me hizo falta y ese consejo de la maestra me persiguió siempre. Me parece increíble que tantos años después, sin darme cuenta, pueda ejercer el día de hoy mi pasión por la fotografía y el diseño gracias a este mundo del blogging que tanto me llena y disfruto, ahora ya saben muy bien por qué.

Con esta larga historia de mi vida universitaria y profesional, se podrán imaginar que ese tema tan trillado de la pasión se convirtió en un tema recurrente en conversaciones con mis hijos y más ahora que se acerca el comienzo de sus carreras universitarias. “Encuentren su pasión, fíjense qué disfrutan, qué les gusta hacer, qué materia es la que más les gusta en la escuela para que a eso se dediquen después”. Con el trasfondo siendo realmente, “¡para que no cometan el mismo error que cometí yo!” -esa fantasía absurda que tenemos los papás de pensar que contamos con el súper poder de ahorrarle a nuestros hijos tropezones.

Sin embargo, cuando escuché el TedTalk de la escritora Julie Lythcott-Haims me di cuenta del gran error que ahora yo estaba cometiendo sin darme cuenta. Fue un “aha moment” gigante, como diría nuestra amiga Oprah.

La conferencia de la escritora Julie Lythcott-Haims se titula “How to Raise Successful Kids - without over parenting” y habla de la enorme presión que tienen ahora los niños de encontrar su propósito de vida y pasión a tan corta edad. De cómo desde chiquitos viven un mundo excesivamente competitivo y los saturamos con una lista interminable de actividades a completar con el único propósito de que lleguen con el mejor curriculum posible a la universidad. De cómo los sobreprotegemos al grado de no dejarlos crecer con esa libertad que piden a gritos.

Al terminar el TedTalk inmediatamente me acordé de cuantas veces escuché conversaciones de otros padres platicando de todo lo que sus hijos estaban logrando y “haciendo” para poder entrar a las mejores universidades del país. Conversaciones de las que yo prometí nunca ser parte y de las que ahora yo era la principal protagonista, me había convertido, sin darme cuenta, en esa mamá exigente y “over achiever” que juré nunca ser. Pero todo esto, escudado detrás de la frase, -es para “ayudarles” a encontrar su pasión.

Julie Lythcott-Haims es una fabulosa escritora de varios libros como “How to Raise an Adult”, “Real American” y su tercer libro, “Your Turn – How to be an Adult” y es parte de los consejeros de Common Sense Media y tuve la gran oportunidad de platicar con ella gracias a Responsibility.org.

En esa reunión le platiqué del gran impacto que había tenido para mí esa plática y le pregunté directamente cuál sería su consejo para mis hijos ahora que empiezan con el proceso de encontrar una carrera universitaria. De cómo deben manejar la presión que sienten de sus padres, maestros y hasta de los mismos consejeros de no solo encontrar su pasión y propósito de vida a tan corta edad, sino además estudiarlo en la “mejor” universidad.

Hoy les comparto los consejos que me dio que me han ayudado a encontrar otra vez el rumbo.

  1. El viaje por la vida no es lineal. El ajustarse y cambiar de rumbo cuando tus gustos y preferencias cambian durante la vida puede ser muy gratificante.

  2. Es imposible como padres pretender que nuestros hijos encuentren su pasión y propósito de vida a tan corta edad. Dejemos un lado la presión y dejémoslos caminar solos. Ahora, esto no significa el tirar la toalla y dejarlos volar solos. Es tratar de entender que nuestros hijos pueden ser exitosos -pensando el éxito como una vida feliz y llenadora- sin nuestra ayuda. Sin tratar de protegerlos tanto o prevenir que tengan experiencias y aprendan de ellas.

  3. Dejar de hacer de la niñez de nuestros hijos una eterna lista de cosas que hacer, metas por lograr o aptitudes por aprender. Nuestras palabras y conversaciones con ellos importan y si nuestra primer pregunta al salir de la escuela es cómo te fue en el examen de matemáticas y ellos nos quieren platicar de su maravilloso día durante el lunch con sus amigos, hay que aprender a darle la misma importancia a ambas cosas. Ya que el que ellos compartan con nosotros cómo se relacionan socialmente es valiosísimo. Lo académico no es lo más importante de asistir a la escuela.

  4. Otro planteamiento que me pareció interesantísimo fue el preguntarles que identifiquen no solo para qué son buenos, sino también si les gusta esa actividad para la que son tan buenos. Hay muchos casos de niños que son buenísimos para algún deporte y por inercia lo practican toda su vida como un camino hacia becas y logros, sin realmente cuestionarse qué tanto lo disfrutan.

  5. Sin duda, nuestro trabajo es una parte importante de nuestras vidas, pero nuestras relaciones humanas y cómo nos presentamos al relacionarnos con otras personas, lo son aún más.

  6. La vida se trata de aprender, no de ser perfectos.

  7. Hay que sentirnos muy orgullosos y emocionados de los resultados de nuestros hijos, siempre.





Me encantaría que se queden con este último consejo de Julie que me pareció el más valioso que es que hay que entender que como padres nuestras palabras y las conversaciones que tenemos con nuestros hijos no se quedan en el aire. Sí los impactan, y mucho.Así es que recordemos siempre que la fuerza de nuestras palabras tiene un gran valor. El simple hecho de que nuestros hijos sepan que son amados y apoyados siempre, de manera incondicional, sin importar con quién se casen, qué trabajo tengan, o a qué escuela vayan, será el escudo y espada que los acompañarán por el mundo, hoy y siempre. Hoy entendí que eso es lo único que necesitan de mí y estoy dispuesta a entregárselos con todo el corazón y el amor para toda la vida.

I’m a #teamresponsibility ambassador and I was compensated for my post, but all opinions and photographs are my own