Un día en mi batalla contra la depresión posparto
/Mayo es el mes de las enfermedades mentales. Este es el relato de tan sólo uno, de los cientos de días que viví en mi batalla contra la depresión posparto hace once años. Lo comparto con el corazón en la mano.
Estoy sentada en el sillón verde de mi sala cuando de pronto escucho a lo lejos el llanto de mi bebé de diez meses. Se ha despertado de su siesta y yo sigo paralizada. Esas dos horas que durmió se esfumaron en cuanto llego a mí esa nube negra, envolviéndome y no dejándome funcionar, atándome a ese sillón durante todo ese tiempo con un dolor de cuerpo inexplicable.
Cada vez se oye su llanto más fuerte en el monitor y con cada alarido, mi cuerpo se paraliza aún más, se vuelve inmóvil, estático. De pronto, un silencio preocupante me obliga a reaccionar y a pararme rápidamente hacia su cuarto.
La cargo, le cambio el pañal, todo como si fuera una película que estoy observando, como si de pronto yo estuviera viéndome de lejos, fuera de mi. Termino, la abrazo y regreso al mismo sillón, desde donde la veo jugar dentro del corral de juguetes.
De pronto millones de lágrimas me empiezan a escurrir, incontrolables, inexplicables y acompañadas de una enorme opresión en el estómago, como un vacío estrujante. Mi única responsabilidad del día, además de que mi hija sobreviva hasta que llegue mi esposo, es ir al súper y no encuentro la manera de lograrlo.
Empiezo a tratar de escribir la lista de cosas que hacen falta, pero en mi cabeza sólo hay humo. Las palabras aparecen y al segundo se esfuman de mi mente - imposible concentrarme. Tantos años trabajando en una oficina corporativa siendo supuestamente exitosa y ahora, después de decidir renunciar y dedicarme a tener hijos, no puedo ni siquiera terminar la lista del súper.
Una pregunta recurrente va y viene de mi mente todo el tiempo. ¿Qué demonios me pasa? ¿Depresión post parto? No creo, eso sólo pasa uno o dos meses después de que nace tu bebé y la mía ya tiene casi un año. No me siento tan mal, seguro se me pasa.
Veo en mi celular un par de llamadas de amigas que ignoro rápidamente. ¿Cómo contestar? Y platicar, ¿de qué? Si yo lo único que quiero es que llegue mi esposo de trabajar para meterme a mi cama y dormirme.
Después de un rato, entra una llamada de mi mamá y decido también ignorarla. Con tan sólo oír mi voz va a saber que algo no anda bien y no quiero preocuparla. Le marco otro día que me sienta mejor - pensé.
Lagrimas me asaltan de nuevo, pero ahora sintiendo una falta de aliento incontrolable que me hacen hiperventilar. Lloro sin control y de pronto siento una mirada que me traspasa, mi hija me observa desde su corral. Hacemos contacto visual y ella empieza a llorar también inconsolable. La abrazo, sin darme cuenta que la que necesita ese abrazo soy yo, y le repito al oído, "vamos a estar bien mi nena linda, vamos a estar bien", "le voy a echar ganas para sentirme mejor".
Basta de dramas, ¿qué demonios es esto? - pienso yo. Me agarro el pelo en un chongo mal echo y dedico armarme de valor e ir al súper, qué tan difícil puede ser.
Me subo al coche con mi hija con movimientos robóticos y en cuanto doy la vuelta en la primer calle empieza lo que para mí fue, la peor tormenta de mi vida. Lluvia, truenos, obscuridad y tráfico acompañados por gritos y llantos de la bebé.
Empiezo a sentir una falta de aire aún mayor. Literalmente no puedo respirar, no puedo manejar así, siento que voy a chocar. Me paro en la primer gasolinera que veo y me bajo del coche a respirar, a tratar de recobrar el aire, con las mismas preguntas en mi cabeza ¿qué demonios es esto? ¿Por qué me siento así?
Después de calmar un poco a mi bebé, decido regresar a mi departamento. Abro la puerta sin las cosas del súper, empapada y con un sentimiento terrible de impotencia y fracaso.
A las pocas horas por fin llega mi esposo de trabajar, me da un beso y me dice - ¿cómo estuvo tu día?
Escogí relatar este día en lugar de muchos otros, para tratar de explicar que no tiene que sucederte una gran tragedia o algo extraordinario para estar viviendo una terrible depresión. ¿Detectaron los síntomas? Parálisis físico, dolor de cuerpo, vació y opresión en el estómago, falta de concentración o humo mental, falta de aire, desorientación y desorden de despersonalización.
El sentirte así no es normal, lo más peligroso es acostumbrarte y pensar que sí lo es, pero sobre todo, el creer - o que las personas a tu alrededor crean - que lo que tienes que hacer es "echarle ganas", porque ahí no está la solución.
Gracias al empuje de mi esposo y mi familia, decidí buscar ayuda profesional con una psiquiatra cuando sucedió esto hace once años y después de más de un año de tratamiento, logró sacarme de esa terrible depresión y de esos ataques de pánico. Como parte del tratamiento, la doctora me forzó a encontrar una actividad física que me gustara hacer y a realizarla todos los días. Fue así como empecé a correr y me volví adicta al bienestar de ese increíble deporte.
Mucha gente me ha comentado que el tomar anti-depresivos y anti-ansiolíticos no es lo ideal, sin embargo, por mi experiencia, les puedo decir que el desajuste bioquímico que viví se curó gracias a ellos, combinados con ejercicio. Hoy puedo decir que superé esa terrible depresión gracias a la red de apoyo de familia y amigos que me obligó a buscar ayuda rápido, sin embargo, una persona a la que quiero muchísimo no tuvo la misma suerte y por no haberse atendido a tiempo, nunca pudo recuperarse y lo sigue sufriendo todos los días.
Desde que empecé mi blog tenía ganas de hablar de este tema y compartir lo que yo viví. Espero esta historia le ayude a mucha gente, pero la verdad, el escribir este post a la que más le ayudo, fue a mí.
Este post va dedicado a todas aquellas personas que sufren día con día, minuto a minuto, esta terrible y mortal enfermedad.
El porcentaje de mortandad por estas enfermedades en mi opinión es incorrecto. Yo pienso que las personas se desvanecen mucho antes de que sus corazones dejen de latir. El duelo de perder a alguien por una enfermedad mental es un proceso lento, engañoso, confuso, y traicionero. Esa persona que conocías y querías, desaparece, sigue ahí físicamente, pero simplemente ya no está.
Es por eso que hoy les platico mi historia, para que si se identifican con ella busquen ayuda. Aunque crean que están exagerando, no lo están, una depresión o ataque de ansiedad no tratado puede llegar a destruir tu vida, a dejarte solo y desvanecerte lenta y dolorosamente.