La réplica del alma
/Estoy parada afuera del edificio en ruinas intentando abrir la puerta con la llave que me acaban de entregar. Parece que fue ayer cuando sentí las manos congeladas de mi padre dentro de las mías. En mi cabeza, certeza absoluta que había fallecido. En mi corazón, negación y tristeza.
Una larga lista de personas esperaba con ansias este momento. Avaricia, saldo de deudas, pago de tarjetas - para mí, sólo significaba angustia al tratar de reinventar mi vida sin su presencia.
Salimos del notario muy callados. La decisión de mi padre de dejarme el edificio de Corregidora #34 había desencajado las quijadas de todos. Mi papá era muchas cosas pero nunca injusto, no era la propiedad más valiosa, ni tampoco la única. Sin embargo, el honor de recibir el histórico edificio familiar donde el bisabuelo Fernando había abierto la primera ferretería de muchas, lo anhelaban todos y ahora era sólo mío.
La llave reflejaba sin duda la cantidad de años del edificio devastado. Mi padre nunca quiso que nadie entrara y mucho menos pensáramos en remodelarlo y abrir un nuevo negocio. Se quedaría estático en el tiempo, nunca entendí por qué.
Seguí forzando la chapa hasta que por fin la puerta cedió. Dudosa de entrar y violar ese lugar tan sagrado para mi padre, paré un segundo y recordé sus palabras justo antes de morir. "Corregidora es para ti, confío en que lograrás comunicación y control sobre él. Al principio tendrás muchas dudas, querrás alejarte, pero no lo hagas. Descúbrelo, tranquilízalo y ayúdalo a concluir. Yo estaré ahí para ayudarte". Alucinaciones previas a la muerte, pensé.
Dando pasos muy lentos comencé a observar el lugar, tratando de ignorar ese frio que erizaba mi espalda al percibir una sensación obscura, extraña, incuestionable, abrumadora e imposible de explicar.
¿Qué había pasado aquí? Todo seguía en su lugar. Estantes llenos de cajas de herramientas, clavos, tornillos - todo perfectamente acomodado, listo para salir a la venta.
Un mostrador cubierto de polvo sobre el cual descansaba un florero con una rama seca, como si alguna vez hubiera sido una rosa. Una factura inconclusa dentro de una máquina de escribir, junto a varios sobres esperando ser rotulados. De pronto un ruido estremecedor detrás de mí. El florero hecho añicos en el piso y junto a él, un sobre que decía - Para Michelle.
De pronto, sentí unas ganas incontrolables de salir corriendo, pero sabía que mi deber era quedarme, de lo contrario, culpabilidad y duda me perseguirían toda la vida. Al abrir la carta decía:
Mi querida Michelle,
Gracias por estar aquí, sabía que eras la única de la familia que respetaría mis deseos. Seguramente tienes millones de preguntas, ¿por qué todo sigue en su lugar?, ¿por qué nunca nadie quiso regresar? la respuesta es muy simple, aquí murió mi hermano a los 6 años. Todos estábamos ayudando en la ferretería el día que sucedió. Nunca encontramos una explicación, sólo sabemos que de pronto Julián cayó del barandal del segundo piso justo enfrente del mostrador donde se encontraba mi madre terminando de escribir a máquina las facturas, muriendo instantáneamente. Mis padres nunca quisieron regresar, fue imposible que superaran tan fuerte pérdida. Yo vengo a visitarlo cada que puedo. Con los años se ha vuelto cada vez más agresivo y violento, he tratado de mil maneras que descanse en paz sin lograrlo. Por favor ayúdalo a encontrar el camino.
Al terminar de leer la carta sentí de pronto una mirada que me traspasó el alma. La puerta del baño estaba entreabierta y pude ver unos intensos ojos desdibujados en la obscuridad. Me llamo Michelle, quiero ayudarte - susurré. Me tapé los oídos inmediatamente al escuchar retumbar el edifico tras un intenso azotón de puerta que paró mi corazón por varios segundos. Intenté volver a respirar, inmóvil. De pronto escuché la puerta rechinar y abrirse de nuevo.
Una presencia corrió de prisa justo enfrente de mí, estremeciéndome el cuerpo. Lágrimas deslizaron por mis mejillas al ver entre sombras detrás de los estantes, la figura gris de lo que alguna vez fue un niño. Al intentar acercarme, rápidamente desapareció y escuché la puerta de atrás de la bodega abrir y cerrar intensamente.
Sin pensarlo lo seguí. Abrí la puerta de la bodega e intenté prender el switch de la luz pero una descarga eléctrica fundió inmediatamente el foco. Me adentré en la obscuridad repitiendo "Julián, no tengas miedo, te voy a ayudar a salir de aquí" cuando de pronto una voz grave, intensa, aterrorizante me gritó - "Lárgate de aquí, nadie puede ayudarme".
Regresé al mostrador y tome entre mis manos un rosario sobrepuesto en el famoso letrero de las Ferreterias Balestrier - y empecé a rezar todas y cada una de las oraciones que me había enseñado mi madre. Oraciones a las que nunca pensé recurrir, pero no podía pensar en nada más.
"Padre Nuestro que estás en el Cielo", todo empezó a sacudirse. De los estantes empezaron a caerse al piso todas las cajas de tornillos y clavos. "Santificado sea tu nombre, vénganos tu Reino", la máquina de escribir se deslizó al piso y se desplomó, el candelabro de la entrada cayó sobre el mosaico con un estruendo inimaginable.
En mi cabeza, sólo rezaba las oraciones, una tras otra, sin parar; unas veces con mis ojos abiertos, otras cerrados, protegiéndome de cómo el edificio se colapsaba. De pronto las paredes empezaron a desmoronarse. Las escaleras destruidas y yo, continuaba rezando sin parar. Una fuerza inexplicable me impedía detenerme.
De pronto sentí la pesada e inconfundible mano de mi padre sobre mi hombro. No podía verlo pero sabía que estaba ahí, acompañándome en esta incesable misión.
Un silencio inesperado nos envolvió después de desmoronarse la última parte del techo, dejando un círculo perfecto en el centro permitiendo la entrada de unos rayos de luz tan intensos - que sabía, no volvería a ver jamás. Dos siluetas blancas, casi transparentes, la de un hombre y la de un niño, empezaron a flotar emanando sin palabras una sensación de agradecimiento, despedida y paz.
Nunca pude compartir esta historia con nadie más. Para mí, permanecerá para siempre en silencio dentro de mi corazón. Para el resto del mundo, lo que ocurrió la mañana del 19 de Septiembre de 1985, fue un temblor devastador que arrasó con miles de vidas y edificios del centro de la Ciudad de México, del cual, inexplicablemente salí ilesa.