¿En dónde estoy parada?

Al empezar a escribir este primer capítulo del 2016, es inevitable cuestionarme ¿en dónde estoy? y ¿hacia dónde quiero ir? Sin embargo las respuestas a estas preguntas varían enormemente dependiendo la hora o el día en que esto suceda.

Si es un lunes en la mañana y estoy a punto de salir a correr, les diría que este 2016 quiero terminar otra vez un maratón completo. Ahora, si me hago la misma pregunta un jueves a las 10 de la noche, les diría que me quedo satisfecha con las tres millas que corrí ese día.

Si me dediqué toda la mañana del martes a descubrir, un nuevo lugar en Houston del que me muero de ganas de platicarles, les diría que mi meta es escribir todos los días y convertir mi blog en el más leído de Houston. Sin embargo, si me cuestiono lo mismo un miércoles a las 5 de la tarde, mientras leo la página 154 del libro de Ciencias Sociales terminando la tarea de mis hijos, les diría me quedo muy feliz con ese único post que logré publicar después de dos semanas de trabajo muy interrumpido.

De igual forma les diría que si me preguntan un sábado en la mañana qué planes tengo para esa noche, les contestaría que quiero salir y conocer todos los nuevos bares y restaurantes de Houston, que quiero vestirme a la última moda y divertirme en la ciudad con mi esposo. Esa misma pregunta a las 6 de la tarde después de haber ido a tres diferentes partidos de soccer de mis hijos tendría totalmente otra respuesta. De pronto, como por arte de magia, unas palomitas en piyama viendo una película de Netflix, se vuelven el mejor plan para esa noche.

  ¿Qué quiero ser? ¿A dónde quiero llegar? Pareciera que no está tan claro, sin embargo sé que quiero ser feliz y permear esa felicidad a mi familia. No se exactamente cómo, ni tengo un plan estructurado para lograrlo. Lo único que sé es que vivo diferentes facetas todo el tiempo. Es cómo si cargara en mi bolsa seis o siete diferentes sombreros. Cada uno de esos sombreros me lo pongo dependiendo de la hora del día, tratando, no sólo de cuidarlos, sino de usarlos todos lo más posible. Hay semanas en las que dos o tres se quedan hasta abajo de la bolsa y nunca llegan a mi cabeza. Hay meses en los que si pude malabarear el usarlos todos - unos más, otros menos- pero todos.

Lo que sí he comprobado es que me cuesta mucho trabajo el ponerme dos sombreros o más al mismo tiempo. Cada uno tiene su propio espacio. Si trato de combinarlos,  no me entran en la cabeza, me quedan chuecos, no se me ven bien. Alguno de ellos me acaba estorbando y lo tiro al piso, en lugar de guardarlo y protegerlo en mi bolsa para usarlo cuando llegue su momento. Tengo que decir que todos mis sombreros me encantan y cada uno tiene un lugar muy especial en mi bolsa.

Este 2016, Yo Mariana me siento muy feliz de saber cuáles son todos esos sombreros en mi bolsa. Los tengo muy identificados y tengo metas concretas para cada uno de ellos. También estoy consciente de que los caminos para cumplir esas metas seguramente cambiarán, y en ese caso tendré que disfrutar todos y cada uno de esos cambios y diferentes veredas que se vayan presentando este nuevo año que apenas comienza.

¡Bienvenido 2016!